Los peligros del "wired love" es el título del libro que tengo frente a mí. Pero, no, no se trata de Skipe o Messenger, ni tampoco de Facebook. Es un texto que hace recomendaciones para evitar las trampas románticas del... telégrafo. Sí, estamos hablando de amores en código Morse. Porque el amor y el sexo siempre han arrastrado a y se han colgado de la tecnología. ¡Los esposos se opusieron rabiosamente al teléfono ya que aumentaba peligrosamente la autonomía de sus parejas! No se podía dejar entrar en casa una vocecita eventualmente extraña ni dejar de controlar las relaciones de las mujeres, criaturas del espacio privado por excelencia.
¿Saben ustedes que una pareja casada en 8 se conocieron en línea?
Los datos provienen del país de las cifras y las estadísticas, los Estados Unidos, pero probablemente la tendencia es mundial. Que se trate del chateo simple o del sofisticado Second Life, cada vez tenemos más relaciones profundas e intensas en el mundo virtual. ¿Cuidado con los extraños? Es que luego de chatear un par de meses con alguien a quien no podemos mirar directamente a los ojos y cuyo lenguaje corporal está fuera de nuestro alcance, nuestro interlocutor, mejor decimos interteclador, es cualquier cosa menos un extraño. Por el contrario, lo más probable, si nos "cae bien", es que hayamos desarrollado una complicidad que marea y, literalmente, excita. Puede ser un paño de lágrimas, un confidente o un objeto de nuestro más intenso deseo.
Además, para complicar las cosas, una de las características del amor romántico es que queremos poder estar o comunicarnos con ese "otro" tan especial cuando nos provoca, a cada rato, de manera instantánea. Y, justamente, una de las características del mundo virtual es el acceso ilimitado, ese que nos permite nuestra laptop, nuestro Blackberry o Iphone. En otras palabras, el espacio que configura la red de redes es más que propicio para vínculos que ofrecen la ilusión del contacto exclusivo y sin barreras. Otro hubiera sido, quizá, el destino de Romeo y Julieta si el Renacimiento hubiera incluido Internet.
Hay un rasgo que hace del flirt en línea tan ubicuo y sencillo. Los costos de ingreso y salida son virtualmente inexistentes. Me explico: coquetear en vivo y en directo tiene precios. Hay que vencer esos pequeños complejos, vergüenzas e inseguridades. Abordar al otro supone hacer una evaluación de riesgos, reconocer el terreno, sopesar peligros, vencer el temor al rechazo; mantener la relación, suponiendo que hemos superado la valla inicial, requiere de constancia, desplazamientos, esfuerzos y sacrificios; y terminar el episodio exige determinación, romper expectativas, soportar miradas tristes o reclamos airados.
Nada de lo anterior tiene valor determinante en línea. Independientemente de nuestra apariencia, de nuestro pasado -en realidad en Internet no tenemos algo equivalente a la reputación- o nuestra posición social o nuestros compromisos actuales, "acercarse" a alguien no cuesta; y, si bien es cierto mantener la relación requiere algún nivel de compromiso, éste es desdeñable cuando se lo compara con las relaciones tradicionales; y romper el vínculo es tan difícil, una vez que se ha tomado la decisión, como desenchufar un aparato, utilizar la opción bloqueo o alejarse de la computadora.
Hay que añadir a lo anterior que las relaciones románticas en línea mantienen durante un tiempo muy largo, puede ser que todo el tiempo del mundo, esa dimensión misteriosa, ese antifaz tipo superhéroe, ese signo de interrogación propio de las citas a ciegas, que hace los primeros encuentros en la vida real tan excitantes y poderosos, pero cuyo aroma, como el de los perfumes, se evapora con relativa rapidez en la vida de pareja regida por la presencia física. Es que cuando acudimos a nuestra laptop para regresar a nuestros intercambios virtuales es como cuando Clark Kent se quitaba los anteojos y la vestimenta aburrida de reportero aburrido y emergía como Superman.
Aunque desde Cyrano de Bergerac la epístola y la relación por personajes interpuestos siempre ha sido un elemento que ha sazonado el amor, Internet ha hecho de los velos que ocultan y la osadía que descubre una combinación difícil de vencer.
¿Estamos siendo infieles cuando mantenemos una relación cargada de emoción y eroticismo al margen de nuestra vida de pareja convencional? La respuesta no es sencilla y pone a prueba nuestra moral habitual. Pero pensar que por virtual, más allá de los aspectos éticos, no deja huella o no tiene un impacto profundo es un error que, muchas veces, se paga caro.
"Nihil novum sub sole". No hay nada nuevo bajo el sol, decían los latinos y me parece que no ha cambiado casi nada en 2000 años. La cosas esa muy clara la personalidad de la gente es bastante adaptativa y se atreve con lo que sea pero las formas de actuar parecen ser las mismas en las distintas situaciones que se han podido analizar.
ResponderEliminar¿Hay mucha diferencia entre una conversación de chat de amor con una carta de amor?