miércoles, 18 de febrero de 2009

Te Cuento un Cuento

Caminaba distraídamente por la calle cuando la vio. Era una enorme y hermosa montaña de oro. El sol le daba de lleno y al rozar su superficie reflejaba tornasoles multicolores, que la hacían parecer un personaje galáctico salido de una película de Spielberg. Se quedó un rato mirándola como hipnotizado.

- ¿Tendrá dueño? –pensó. Miró para todos lados, pero nadie estaba a la vista. Al fin, se acercó y la tocó. Estaba tibia. Pasando los dedos por su superficie, le pareció que su suavidad era la correspondencia táctil perfecta de su luminosidad y de su belleza.
¿Quien tiene a Quien?
- La quiero para mí –pensó. Muy suavemente la levantó y comenzó a caminar con ella en brazos, hacia las afueras de la ciudad. Fascinado, entró lentamente en el bosque y se dirigió al claro. Allí, bajo el sol de la tarde, la colocó con cuidado en el pasto y se sentó a contemplarla.

- Es la primera vez que tengo algo valioso que es mío. ¡Sólo mío! –pensaron los dos simultáneamente.

- Cuando poseemos algo y nos esclavizamos en dependencia de ese algo, quién tiene a quién, Demi... ¿Quién tiene a quién?

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